El ser humano es un ser adaptativo, un "animal racional" que tiende a normalizar las situaciones excepcionales que le ocurre, transformarlas y convertirlas en rutinas, en algo corriente y que acaba - incluso - siendo cómodo y confortable. Esto responde a que nuestro cerebro - el órgano mas sabio y potente que tenemos y que lo controla absolutamente todo - en la mayoría de las ocasiones tiende a evitar situaciones de desagrado, tristeza,añoranza etc. y prefiere transformar, en cuestión de tiempo, esos sentimientos por unos más agradables tomándose, lo que ocurre en el exterior, como algo más placentero de lo que realmente es...lo extraño, acaba siendo corriente; lo inusual, acaba siendo frecuente ;lo raro, acaba siendo conocido...lo extraordinario, acaba siendo ordinario.
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Si de algo nos está sirviendo esta experiencia es para demostrarnos esto, la capacidad enorme que tiene - tenemos - el ser humano para adaptarnos a absolutamente todas las situaciones, tanto es así que en situaciones tan desagrasables y extremas como un secuestro desarrollamos un síndrome - que no sé si os sonará - de Estocolmo, en el cual llegamos a creer que tenemos una relación de complicidad con nuestro secuestrador - una de las "trampas piadosas" que nos hace nuestro amigo, cerebro y que nos ayuda a adaptarnos a esa (tan extrema) situación -.
Lejos de querer comparar la situación actual con un secuestro, si es cierto que nuestro compi nos da dado una vuelta de 180 grados en nuestras vidas, trastocando absoultamente todo en torno a las mismas: relaciones personales, hábitos de trabajo, de sueño, relaciones familiares...todo ha dado un vuelco para ser repensado, reorganizad, reestructurado...para adaptarnos a la nueva situación.
Quién nos iba a decir a nosotros/as hace un mes que pasaríamos la Semana Santa, varios sábados por la noche, cumpleaños, aniversarios, reuniones familiares...en casa.
En mi caso particular hay bastantes "quiénmeibaadecir" pues, como ya os he comentado alguna vez soy bastante "culo inquieto" y paro poco por casa tanto entre semana como los fines de semana. De echo (para ser sincero) me produce - o producía - bastante ansiedad estar muchos días en casa seguidos y sin tener ningún plan o tarea a realizar.
Con esta experiencia he normalizado - e incluso puedo llegar a decir que disfrutado - el tiempo en casa, tiempo que (para seguir con la sinceridad) intento tener siempre ocupado y sin darme una tregua - el disfrutar del tiempo sin hacer nada y poco productivo como aprendizaje futuro, poco a poco...-, también he disfrutado el tiempo en familia y realizar actividades con ellos que desgracidamente ultimamente no se producían mucho, he llegado a disfrutar de los fines de semana en casa imaginando - como os conté en la entrada anterior - mil y una formas de ocio "indoor"...en definitiva, he convertido en normal aquello que hace un tiempo ni imaginaba que podía serlo.
Las rutinas que antes tanto me costaban, maldecía y daba mil vueltas en mi cabeza, ahora han llegado a ser parte de mi vida y he dejado de cuestionarlas tanto...simplemente las hago porque sí. Quizá por todo esto, esta vuelta a la "rutina confinada" no ha sido tan dura como fue el paso de la "rutina de verdad" a la "rutina confinada" hace ya un mes...eso y seguramente la elevada carga de trabajo postvacacional que me ha tenido los últimos días bastante ocupado...
- Levantarme - algo más tarde de lo habitual...uno de los aspectos positivos de teletrabajar.
- Sacar al perro en unas calles vacías...entrar a la tienda de prensa con un dependiente que tras una mascarilla me da los buenos días y me "lanza" las vueltas del periódico con miedo.
- Vuelta a casa y sentarme para comenzar la jornada de teletrabajo entre llamadas, correos, powerpoints, audios,etc.en una mesa del salón casi completamente colonizada por mí (con silla de oficina incluida, como podeis ver en la imagen).
- Sobre las 15 parar para comer y disfrutar una de las suculencias que mi madre prepara en estos días aprovechando que hay tiempo.
- Sacar al perro y aprovechar para oir/ hacer audios y responder mensajes de amigos/as.
- Tomar mi café y mi bollo en frente de la televisión durante, aproximadamente 15 minutos.
- Zambullirme, de nuevo, en el trabajo (si queda algo por hacer) o seguir haciendo la programación de las oposiciones.
- Aterrizar a las 20 horas, hora del esperado aplauso y charla vecinal.
- Hacer ejercicio "en solitario" con mi amiga, "la Patry Jordan".
- Sacar, de nuevo y por última vez, al perro en un Torrejón aún más desierto que por la mañana.
- Cenar restos del día o, si tenemos ganas y originalidad, alguna mezcla con gusto.
- Ver alguna serie, actualizar el blog, etc.
- Irme a la cama e intentar dormirme antes de la 1 AM.
Esta rutina diaria se repite casi milimétricamente días tras día, algo que en un inicio me producía bastante agobio y ansiedad por su caracter estático y sedentario que nada va conmigo, la verdad...pero actualmente he llegado a aceptar y a veces, incluso, a disfrutar. Este carácter estático y poco cambiante hace que, como ya os comenté, cualquier cosa se magnifique a la categoría de "evento" y "rompa" esa estaticidad que a veces tan cuesta arriba, se hace.
Al llegar el fin de semana los "eventos" se multiplican, ya que hemos continuado la "racha" de propuestas originales que empezó en Semana Santa y que este fin de semana nos han llevado a
continuar nuestras sesiones mañaneras con nuestra querida Patry, celebrar el cumpleaños de mi prima con una nueva edición del "Trivial familiar" acompañado con agua de Valencia, grabar un vídeoclip - de una famosísima canción - que quizá pronto sabreis - y que mi hermano está montando para un "Tu cara no me suena virtual" que va a hacer con algunos/as amigos/as suyos o hacer mi primera sorpresa de cumpleaños virtual, minuciosamente preparada y articulada para que todo saliese a la perfección la tarde del domingo tras los tradicionales aplausos. En definitiva, un fin de semana en el que irónicamente "no hemos parado", llevando un ritmo frenético de actividades que, aunque son "bajo techo" no dejan de tener el mismo caracter frenético que cuando las haciamos fuera.
Sin embargo y aunque esta visión puede ser optimista - y ese es mi propósito fundamental - no hay que "confiarse", ser conscientes de la situación que estamos viviendo y que ésta puede seguir produciendo momentos de bajón, así como días que lejos de ver esta situación como normal, sea vista como lo peor que nos ha ocurrido en mucho tiempo. También hay que dar cabida a estos sentimientos, aceptarlos tal y como son y vivirlos como tal, sin recrearse demasiado en ellos para seguir con la misma energía que el día anterior en esta particular batalla que libramos día a día.